En un movimiento que trasciende las fronteras patagónicas donde nació hace un siglo, Petroquímica Comodoro Rivadavia (PCR), una de las petroleras privadas más antiguas del país, anunció recientemente su expansión internacional al adquirir una participación en un proyecto clave de shale en Estados Unidos.
A través de su subsidiaria estadounidense PCR Energy OK LLC, concretó la compra del 15% del proyecto Cherokee, un desarrollo de hidrocarburos no convencionales (shale oil y gas) ubicado en la cuenca Anadarko, específicamente en el condado de Roger Mills, estado de Oklahoma. La operación se cerró el 1° de diciembre de 2025.
La firma informó que el reservorio principal del proyecto muestra "alentadores niveles de productividad". Según el plan, se prevé perforar 60 pozos en los próximos cuatro años. Esta adquisición representa un hito para PCR, al posicionarla en una de las cuencas petroleras con mayor infraestructura para la producción de hidrocarburos.
La participación suma aproximadamente 520 barriles de petróleo equivalente (BOE) por día (incluyendo petróleo y gas) a la producción neta de PCR, que actualmente alcanza cerca de 21.000 BOE/día en total (operaciones en Argentina y Ecuador). Esto fortalece su portafolio en activos de alta calidad geológica.
PCR califica esta inversión como “un paso clave en su plan de expansión internacional”, buscando diversificar geográficamente y acceder a mercados competitivos en energía. Es, como se dijo, un movimiento singular para una petrolera argentina de su tamaño, que ya opera en Ecuador y Colombia, y complementa sus actividades locales en campos maduros, cemento y energías renovables (con 527,5 MW en parques eólicos).
Otro punto importante es que esta operación marca el debut de PCR en el shale norteamericano. El año pasado, la empresa obtuvo la aprobación de la provincia de Mendoza para operar Llancanello y Llancanello R, dos áreas que YPF cedió en el marco del Proyecto Andes. También tiene comprometidas inversiones para perforaciones, reactivación de pozos e incorporación de tecnología.
Del Golfo San Jorge al mundo
Fundada en 1921 como proveedora de combustibles para los ferrocarriles del Estado argentino, PCR fue evolucionando desde sus raíces en la cuenca del Golfo San Jorge hacia un actor cada vez más diversificado. Propiedad de dos familias argentinas, la empresa opera 11 áreas de explotación en La Pampa y Mendoza, además de seis bloques en Ecuador, enfocándose en reservas convencionales. Su matriz hoy también abarca energías renovables —con 5 parques eólicos que suman 527,4 MW en Santa Cruz, Buenos Aires y San Luis— y a la producción de cemento (dos plantas en Chubut y Santa Cruz, con capacidad para 800.000 toneladas anuales).
Con una facturación superior a los 500 millones de dólares, los analistas destacan que PCR representa un modelo de resiliencia en un sector volátil, pero esta adquisición en Oklahoma revela una ambición mayor: posicionarse en el epicentro global del shale, un mercado maduro que contrasta con las oportunidades —y riesgos— de Vaca Muerta.
A diferencia de formaciones más complejas como el Permian en Texas, Anadarko ofrece costos de entrada relativamente bajos —estimados en torno a 5-7 millones de dólares por pozo, según benchmarks del sector— gracias a su infraestructura desarrollada: oleoductos, plantas de procesamiento y acceso a mercados de exportación vía el Golfo de México.
Junto con la siderúrgica Acindar, obtuvo la habilitación para invertir u$s250 millones en el marco del RIGI y construir un parque eólico de 180 MW en Olavarría, el segundo proyecto que desarrollan en sociedad. Ambas firmas ya controlan GEAR, dueña del parque eólico–solar San Luis Norte, que sumará un módulo solar y se convertirá en uno de los primeros parques híbridos del país.
Detalles técnicos de la operación en Oklahoma
El proyecto Cherokee abarca un extenso territorio accesible en la cuenca Anadarko, una de las formaciones sedimentarias más prolíficas de Estados Unidos. Esta cuenca, que se extiende por Oklahoma, Texas y Kansas, alberga reservorios de shale como el Woodford y el Mississippian, caracterizados por su alta porosidad y permeabilidad natural, lo que facilita la extracción mediante fractura hidráulica (fracking).
A diferencia de formaciones más complejas como el Permian en Texas, Anadarko ofrece costos de entrada relativamente bajos —estimados en torno a 5-7 millones de dólares por pozo, según benchmarks del sector— gracias a su infraestructura desarrollada: oleoductos, plantas de procesamiento y acceso a mercados de exportación vía el Golfo de México.
Operado por Upland Exploration, un jugador independiente enfocado en no convencionales, Cherokee ya cuenta con seis pozos perforados y uno en curso, con un reservorio principal que exhibe “alentadores niveles de productividad”, según el informe de PCR a la CNV. El plan de desarrollo prevé la perforación de 60 pozos adicionales en los próximos 4 años, un ritmo intensivo que podría elevar la producción neta de PCR en este activo a más de 2.000 BOE/d para 2029, asumiendo tasas de declinación típicas del shale (alrededor del 60-70% en el primer año, estabilizándose con inyecciones de agua y proppants). Esta cifra integra shale oil —petróleo liviano de alta calidad API (gravedad específica superior a 40°)— y shale gas, con un enfoque mixto que mitiga la volatilidad de precios: el crudo Brent cotiza hoy en torno a 75 dólares por barril, mientras el gas Henry Hub ronda los 3 dólares por millón de BTU.
La transacción no divulgó el monto invertido, pero fuentes del sector estiman un desembolso inicial de 20-30 millones de dólares, financiado con flujo de caja propio y alineado con la estrategia de bajo apalancamiento de PCR. Este modelo de participación minoritaria (15%) minimiza el riesgo operativo, delegando la ejecución a Upland, mientras permite a PCR capturar upside en un mercado con retornos internos de capital (IRR) superiores al 20% en proyectos similares
¿Por qué una petrolera argentina apuesta por el shale yanqui?
La decisión de PCR no es un capricho geográfico, sino una respuesta calculada a las dinámicas del sector energético global y local. En primer lugar, la diversificación geográfica: pese al boom de Vaca Muerta —que ya aporta más del 50% de la producción nacional de petróleo y gas—, nuestro país enfrenta restricciones crónicas como controles cambiarios, inflación y litigiosidad regulatoria. Invertir en Estados Unidos siempre ofreció mayor estabilidad: un marco legal predecible bajo la jurisdicción de Oklahoma, acceso a capitales y precios dolarizados no intervenidos.
En segundo término, el aprendizaje tecnológico. El shale estadounidense, pionero desde el boom del fracking en la década de 2010, permitió ir optimizando toda la cadena de valor: desde la perforación horizontal (hasta 3.000 metros laterales por pozo) hasta la gestión de declinos con refracturaciones. Para una firma como PCR, mayoritariamente convencional, esta entrada representa una “curva de aprendizaje inversa”: absorber know-how para aplicarlo en sus operaciones patagónicas.
Aunque PCR no tiene presencia directa en Vaca Muerta —donde dominan YPF, Vista y Pampa Energía—, el ecosistema argentino del shale se beneficia indirectamente. Expertos destacan que retornos de conocimiento de Anadarko podrían reducir costos en la formación neuquina, donde el breakeven actual oscila entre 40-50 dólares por barril.
Finalmente, el timing macroeconómico: con el Régimen de Incentivo a Grandes Inversiones (RIGI) impulsando Vaca Muerta hacia exportaciones de GNL y crudo, empresas locales como PCR buscan equilibrar riesgos. Estados Unidos ofrece liquidez inmediata —el 80% de la producción de Anadarko se exporta— y un hedge contra la “argentinización” de Vaca Muerta, donde multinacionales como ExxonMobil y TotalEnergies han vendido activos a locales por más de u$s2 mil millones durante 2024 y 2025.