Los rendimientos de los bonos del gobierno japonés trepan a niveles que no se veían desde 2008. El bono a 2 años superó el 1%, el de 10 años ronda el 1,8% y el de 30 años ya tocó el 3,34%. Este salto no es un detalle técnico menor: marca el posible fin de una de las mayores fuentes de liquidez barata del planeta y puede terminar golpeando con fuerza las cotizaciones del petróleo y del gas natural.
Durante años, inversores de todo el mundo pidieron prestado en yenes prácticamente a tasa cero y usaron ese dinero para comprar activos de mayor retorno: bonos estadounidenses, acciones emergentes y, sobre todo, commodities como el petróleo. Ese flujo constante de dinero fácil ayudó a sostener precios altos en los mercados energéticos.
Ahora ese mecanismo se está desarmando. Con las tasas japonesas subiendo, pedir prestado en yenes ya no es barato. Los fondos de inversión, bancos y traders están obligados a cerrar posiciones, vender activos extranjeros y devolver yenes. El resultado inmediato: un yen mucho más fuerte (ya se aprecia por debajo de 155 por dólar) y una fuerte reducción de liquidez global.
El crudo es extremadamente sensible a la abundancia o escasez de dólares/yenes baratos. Cuando el carry trade se expande, los precios del petróleo tienden a subir; cuando se contrae, suelen caer con violencia.
Japón es el tercer mayor importador de petróleo del mundo. Un yen fuerte abarata automáticamente sus compras de crudo y derivados, lo que reduce la presión alcista sobre los precios internacionales. Al mismo tiempo, la liquidación forzada de posiciones apalancadas genera ventas técnicas que amplifican el movimiento bajista.
Si el Banco de Japón efectivamente sube tasas en diciembre (el mercado le asigna cerca de 50% de probabilidad), y el yen sigue fortaleciéndose hacia la zona 145-150, muchos analistas ven factible una corrección del Brent hacia el rango 75-80 dólares por barril durante el primer trimestre de 2026.
En este contexto, Hiroaki Amemiya, Director de Inversiones en Capital Group, advierte que el desarme del carry trade podría desencadenar una "reducción generalizada del apetito por el riesgo", impactando directamente en commodities volátiles como el petróleo, al forzar ventas masivas para cubrir posiciones en yenes**.
De manera similar, Junyu Tan, economista senior para Asia Norte en Coface, un firma global de gestión de riesgos crediticios, señala que el yen más fuerte ya está aliviando las presiones inflacionarias por importaciones energéticas caras, lo que podría moderar la demanda global de crudo en un 3-5% si la tendencia persiste, contribuyendo a una estabilización bajista de precios**.
El dato es que Japón importa casi todo su gas en forma de GNL y paga en dólares. Un yen más caro reduce de inmediato el costo en moneda local para las eléctricas y las industrias, lo que quita urgencia a la cobertura de precios altos y enfría la demanda especulativa en el mercado asiático (referencia JKM).
Además, la menor liquidez global afecta también a los futuros de gas en Europa y Estados Unidos: cuando los grandes jugadores liquidan posiciones de riesgo, el gas natural suele acompañar la caída general de los commodities. **Por su parte, analistas de ING, un banco holandés con fuerte presencia en mercados emergentes, destacan en su último informe que las subidas de tasas del BoJ, al fortalecer el yen, están reduciendo los costos de importación de GNL para Japón –su principal consumidor–, lo que podría presionar a la baja los precios asiáticos en un 10% a corto plazo, especialmente si se sincroniza con un invierno moderado y sin disrupciones geopolíticas**.
La reunión del Banco de Japón del 18 y 19 de diciembre será el próximo punto de inflexión. Hasta entonces, los mercados energéticos navegarán con alta volatilidad y un claro sesgo bajista.